Las vecindades de la ciudad de México, como del resto de las grandes ciudades, son sitios peculiares. Es el cúmulo de familias que por el reducido del espacio, la similitud de problemas, y el que pasen por etapas de su existencia parecidas, tienen un comportamiento colectivo muy particular. Los mitos y leyendas, el pensamiento mágico, la visión infantil que subyace de los fenómenos naturales, se traduce en una mitología muy particular. Este es el caso de la vecindad de “Nuestra Señora de los Remedios”, en donde hay un Vigilante, Simón Melquiades, que desde la azote, y por las noches, dirige el tráfico de gente, observa, y juzga quien entra a su cabaña y quien se queda vagando por las paredes, pisos, y patios de la vecindad. Él espera por Conchita, que todavía habita a la entrada de esa construcción, especie de colmena, y en esa condición particular de su existencia, el Vigilante es también consejero, asesor, y alguien que permite que venga el Angelote y Lola su compañera, por la carga que almacena arriba en la azotea. Historia que confluyen como vasos comunicantes, vidas que se conectan, y que tienen un.
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